viernes, 15 de mayo de 2009

El Luchador



Cuando uno tiene oportunidad de ver películas como esta se tiene la sensación de querer agradecer al mundo entero por que el cine existe.
Una película hecha con unos cuantos centavos, una historia que puede resultar desgarradora, una serie de anécdotas que nos recuerdan nuestra naturaleza humana y unas actuaciones que de verdad se agradecen. Mickey Rourke de ser un “cara bonita” se convirtió en un real y verdadero actor.

La historia es sencilla, un luchador profesional retirado trata de seguir viviendo de su habilidad e intenta reconstruir su vida sentimental y social. Luego de vivir la gloria y el éxito, deberá enfrentar la dura y cruel realidad que no es igual al de su propio mundo creado entre cuerdas, golpes y sangre. El exitoso luchador en plena decadencia deberá decidir entre continuar con su profesión o construir una vida nueva fuera del encordado.

Los personajes son sublimemente patéticos, un luchador profesional retirado, una bailarina de Table Dance no muy exitosa y una muchacha lesbiana y neurótica en escenarios de un Estados Unidos triste y nada prometedor. La película se sostiene sola por las actuaciones, y las situaciones tienen cada una mensajes que llegan al espectador como navajitas de afeitar en polvo.

La actuación de Mickey Rourke es fantástica, genial, sublime; Marisa Tomei es sutil y maravillosa y Evan Rachel Wood es una futura buena actriz. La dirección de Darren Aronofsky es excelente, nos deja sensaciones de patetismo y abandono tan bellas que no podemos dejar de ver cada una de las escenas, cada una vale la pena de ser comentada., el guión es de Robert D. Siegel, la exquisita fotografía es de Maryse Alberti (se nota la admiración a Fellini), el año 2008, el país Estados Unidos.

Es una película que no debe pasar desapercibida para quienes de verdad amen el cine, y es un ejemplo más de lo que debe ser el cine: una buena historia.


Altamente recomendable y no apta para quienes sufran del mal del “Mal gusto”, ésta es una película tan de buen gusto que simplemente me lo agradecerán.


IRAM de la Rochefoucault

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