domingo, 9 de mayo de 2010
La Balada de Narayama (Narayama-bushi kô)
Este film de Shohei Imamura, es como muchas películas japonesas poética y en cierto momento roza lo incomprensible y no por que el director no se exprese claramente sino que al desconocer muchas de las tradiciones o pensamientos de aquél país de oriente el espectador occidental pude quedar un poco confundido.
Un pueblo japonés, un pueblo antiguo, sigue la tradición de llevar a los ancianos a la lejana montaña de Narayama para morir, ese es el punto principal de la trama.
La familia de Orin (la madre anciana), es un grupo de personas que siguen las tradiciones del pueblo al pie de la letra, no cuestionan y no se rebelan por que saben que la convivencia en ese grupo es mejor y es lo único que conocen. Todos son campesinos, no poseen más que sus casas y sus tradiciones, no anhelan y no esperan más que poder vivir en paz y morir algún día en la montaña Narayama. Esta familia con sus miembros de características especiales esperan el día en el que el hijo mayor lleve a la vieja Orin, mientras las actividades cotidianas siguen su curso y podemos ser testigos del castigo para quienes se atrevan a interrumpir esa monotonía que es aceptada y seguida sin protesta.
Es una película que muestra la crueldad de la convivencia en comunidad, es una historia que nos hace ver la clase de personas que eran los japoneses antes de convertirse en potencia tecnológica. Y nos hace preguntarnos ¿cómo un pueblo que poseía esta clase de cultura tan primitiva pudo llegar a ser un país tan avanzado y tan poderoso económicamente y tecnológicamente hablando?
La fotografía es también una poesía, la dirección es formidable, las actuaciones casi parecen de teatro No. Un goce estético y cinematográfico para gustos sibaritas.
Dirección y guión de Shohei Imamura basado en la novela de Shichirô Fukazawa, actuaciones de Ken Ogata el actor de la formidable Mishima, Sumiko Sakamoto que hace el papel de Orin de manera genial, Tonpei Hidari, entre otros. País Japón, año 1983.
Magnífica película que debe disfrutarse sin cuestionamientos ni prejuicios.
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